SUDACAM , capítulo II
Por Miguel Higuera
Cuando
llegué al edificio de la comisaria, el tipo que parecía orquestar todo el
movimiento de la policía internacional estaba junto a nuestro capitán, mirando
como entraba y me dirigía calmadamente a mi oficina. Esas camionetas que usaban
eran realmente rápidas , aunque también
me había tomado un tiempo sirviéndome un café fuerte en uno de mis
lugares favoritos, donde me sentaba as mirar como el resto del mundo corría de
un lado para otro , sin que nadie supiera de mí ni que se importara, bebiendo
lentamente un café lo más amargo posible.
-
Hernández- llamó el capitán Cáceres, con su típico gesto sarcástico y casi
silencioso, económico en sus movimientos pero certero en la ironía y en cada
comentario crítico, con aires de broma inglesa- este señor quiere hablar
contigo-su rostro era una máscara india con barba mal cuidada, pero su voz ,
para quien le conocía, me pedía que tuviera cuidado con lo que decía y como
debía de actuar frente al tipo parco, adusto y de porte espartano que tenía
enfrente.
- Este es el comandante
Carter, de la internacional -casi sin mover los ojos me indicó al sujeto que ya
había visto momentos antes dentro de una de las camionetas oscuras.
No se preocupe Hernández – me dijo el tipo con un
acento horrible de gringo que algo aprendió de nuestra lengua , casi preocupado
por mi expresión de desagrado que al parecer confundía con preocupación- hablo
español así que no tendremos problemas.
-Yo
también hablo castellano-respondí, cierto de que no iba a entender. Un gringo
prepotente de la internacional no iba a saber que nuestro idioma alguna vez se
llamó en realidad castellano y no español, pero eso era pedir mucho para aquel
armario de media edad. Cáceres esbozó una sonrisa, el gringo arqueó las cejas,
molesto. - Y también hablo inglés, portugués, italiano y español, desde luego.
– terminé de contestarle, aumentando el malestar en su rostro de piedra.
El tipo me
indicó la oficina de Cáceres, para
entrar y conversar en privado, sin que mi superior pudiera acompañarnos .
Hice un gran esfuerzo para mantener la compostura
mientras miraba a Cáceres y conseguí controlarme. Entré en la oficina y me
senté en el sofá que daba a la puerta de vidrio con persianas de metal, que el
gringo se encargó de cerrar lo más posible.
-
Usted ya debe de saber que nuestra unidad tiene preferencia total en este
caso-su acento definitivamente era horrible y desagradable, con esa típica
deformación de eres y erres que se hacía más molesta dentro de su discurso de
superioridad y condescendencia.
-
Entonces cual es el motivo de hablar conmigo-me puse en pie para retirarme
cuando el gringo me tomó del brazo. Miré
su mano y después su rostro- tiene un segundo para soltarme si no quiere tomar
una larga licencia por invalidez- pronuncié claramente cada una de mis palabras
mientras acercaba mi rostro al de él.
El tipo sonrió, me soltó, levantando las manos en
señal de paz y cogió una silla para sentarse.
-
Eres tal cual como tus jefes te describen y eso es lo que necesitamos- seguía
sonriendo ,lo que le daba una expresión de tramposo, que me hizo desconfiar aun
más. Notando la rigidez de mi postura me ofreció otra silla- por favor, toma
asiento, necesitamos conversar cosas muy importantes, no solamente para este
caso, sino también para tu futuro.
Recordé que Cáceres
mantuvo un silencio incómodo en
la presentación , lo que me hizo
comprender que él ya sabia lo que se venía.
_ Te queremos como asociado de nuestro trabajo, para
que seas el mediador con los servicios de investigación de tu país y las
comunidades urbanas afectadas por el incidente- el gringo hablaba como si me
estuviera ofreciendo una nacionalidad norteamericana, un salvoconducto de China
o un pasaporte a la antigua unión europea.
_ O sea que me quieren como traductor y guía de
turismo- repliqué mientras colocaba mis pies encima de la mesa de Cáceres con
la evidente intención de incomodarlo.
_ Tú sabrás como lo consideras, para el caso no es una
petición, es una orden desde niveles superiores y tú y tu subalterno están bajo
mi comando de ahora en adelante. Te sugiero tomar un baño y presentarte en
nuestra unidad en un par de horas más
para conocer acerca de tus funciones y nuevas obligaciones- dicho esto, el
sujeto se despidió de Cáceres, mientras este entraba visiblemente molesto y se
marchó dejando abierta la puerta de la oficina, por lo que quedamos a la
vista del resto del curioso personal que
nos espiaba desde fuera.
Cáceres, con su mano izquierda, dio un fuerte empujón
a mis zapatos para tirar mis piernas de su mesa, me miró fijo y después sacó
uno de sus cigarros favoritos, que solamente podía masticar por la permanente
prohibición de fumar en oficinas.
-
¿Usted sabia eso hace mucho tiempo? – me levanté y fui
hasta la mesita de café para servirme un vaso .
-
Sólo
unos minutos antes de que llegaras. Me llamaron desde arriba y me comunicaron
la solicitud. Por mientras dure este asunto, trabajas para la internacional así
que toma cuidado porque o te quedas en la policía o te jodes para siempre y ya
empezaste pésimamente con el gringo.
-
Ya
las vi peores- tragué el café de pésima calidad y me encaminé a la
puerta-además, entretenemos un poco a esos gorilas y cuando se aburran se van.
No creo que consigan descubrir mucho.
Cáceres
me miró con una expresión que mezclaba desagrado y desconcierto. Después me
hizo un gesto con la mano para que me retirara. Eso me dejó nuevamente
preocupado. Él sabía algo que yo ni siquiera conseguía intuir. Por ahora, lo
primero era tomar un baño, cambiarme de ropa y guardar muy bien el chip y lo
que Martínez me había entregado., En algún momento esa información podía ser de
utilidad y eso era lo único que tenía claro en esos momentos.
El café de la oficina de
mi superior sabia mas mal que de costumbre
y la visión del gringo me acompañó hasta que subí a mi auto que había
dejado en el estacionamiento subterráneo de la comisaria. Una vez dentro, volví
a sentir aquel olor espantoso de la matanza.
Un golpe muy fuerte ,
como de algo muy pesado que cayera
encima del auto me sobresaltó. Abrí rápidamente la puerta y mire por arriba del
vehículo, descubriendo una abolladura, como de de huellas de pies, inmensos y
deformes y resto de un liquido oscuro y nauseabundo. Era el mismo liquido y
olor que había junto a los cuerpos mutilados.
Mi corazón comenzó a acelerar mientras sacaba
mi arma reglamentaria y miraba a mi alrededor. No había nadie y solo conseguía
ver las hileras de vehículos bajo la luz
blanca del sistema de iluminación.
De repente una sombra, de
algo muy veloz y grande , pasó a unos diez metros de donde estaba. Conseguí
apuntar pero no disparé porque la perdí de vista rápidamente.
Esperé unos minutos, temblando ligeramente . Caminé
lentamente sin dar la espalda al estacionamiento, hasta que llegué al ascensor.
Una vez dentro, me pareció escuchar un sonido gutural, como un llamado. Cerré
la puerta y solo entonces me di cuenta de que continuaba apuntando mi pistola. Guardé el arma en mi
sobaquera y me miré en el reflejo metálico de la cabina del ascensor. Mi rostro
mostraba lo que sentía: Pánico.
Continúa en capítulo
III…..
Muy entretenida la historia. Me encanta
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