SUDACAM 1
SUDACA-M
Mayo
de 2036
I
Cuando abrí la puerta del auto, lo primero que me
impactó fue el hedor impresionante que invadía el ambiente como una neblina,
ingresando por la piel y pareciendo ahogar toda otra sensación. Un olor
salvaje, mezcla de orina, sangre, excrementos y descomposición. El calor
extremo que se dejaba caer como un azote
en el verano santiaguino desde la década de 2010 aceleraba la
fermentación de todo compuesto orgánico, especialmente de la carne humana
expuesta a la intemperie por algunas horas.
Sacando
un frasco de pomada mentolada, refregué mis manos y tapé mi nariz para
conseguir soportar aquel hedor, caminar, pensar y hacer mi trabajo.
-Aún
no conseguimos determinar cuántos cuerpos están expuestos en el sector,
señor-El detective Martínez, veterano y fogueado en muchos casos estaba lívido,
tembloroso y al borde de la náusea- Nunca vi algo así señor. Es como de película de terror o de guerra. No
parece humano.
Miré
el rostro del detective y no conseguí que fijara los ojos en mí. Nunca lo había
visto aterrorizado, ni siquiera en los más duros tiroteos que habíamos
enfrentado en las noches de las revueltas de inmigrantes dos años atrás.
-Hora
de ocurrencia? - por suerte, la costumbre de enfrentar situaciones sangrientas
me había creado una especie de guion interno, automático que me permitía
disimular las primeras impresiones poniendo en marcha una serie de pasos a ser
cumplidos con preguntas, órdenes y acciones de un protocolo para situaciones de
crisis.
-Cerca
de la medianoche- respondió Martínez, con una voz aun trémula. Podía ver las
arterias del cuello temblando en conjunto con todo el resto de su cuerpo.
-Quienes
fueron los primeros oficiales en llegar?
_
Los de la Quinta comisaría señor, pero no creo que pueda hablar con ellos
ahora. Uno de ellos desmayó y la oficial todavía está en estado de shock. El
personal de la ambulancia está con ellos en este momento.
-Cómo fueron informados? - El guion interno funcionaba
perfectamente, cada respuesta de mi subalterno parecía generar automáticamente
mi siguiente pregunta, salvándome de la confusión reinante a mi alrededor. Ese
guion también comenzó a funcionar para Martínez.
-
La Quinta recibió más de cincuenta llamadas anónimas pidiendo auxilio entre las
once y las once y treinta de la noche- eso era demasiado inesperado y
sorprendente, pero Martínez no parecía notar lo que estaba diciendo.
Los
suburbios de Santiago de Chiler, después de la explosión industrial de la
energía solar, el turismo y las empresas
de starups e informática, que los gobiernos aprovecharon de liberar de
impuestos para captar la inversión extranjera ( o el lavado de dinero según
quien analizaba o comentaba el asunto),
trajo muchos inmigrantes por bajos salarios. Con el tiempo los
alrededores de los barrios centrales se habían convertido en zona de guerra
permanente y era casi imposible que alguien llamara para pedir auxilio
policial. El sector era tan violento, que solo los oficiales y detectives mas
bravos o psicopáticos conseguían lidiar con la presión en las contadas veces
que ingresamos en los límites de la región
para intentar algún procedimiento de captura o pacificación.
Ver a Martínez en ese estado me preocupó con
lo que iba a presenciar una vez superadas las barreras de contención en el
perímetro de seguridad establecido por los primeros policías que habían llegado
al lugar.
Mientras
avanzaba, varios oficiales, tan pálidos y desconcertados como mi subalterno,
vomitaban junto a las murallas del callejón que daba a un oscuro
estacionamiento techado al fondo de la calle sin salida, oculta entre los
enormes edificios del antiguo centro de la ciudad.
Lo
que antes fuera el corazón administrativo y comercial de la urbe santiaguina,
se había transformado en un enorme panal de edificios habitados por ilegales,
criminales y desempleados de diferentes orígenes étnicos, culturales, lenguajes
y costumbres diferentes. Lo único que tenían en común era el deseo de
sobrevivir. Hasta el palacio presidencial estaba rodeado de edificios mal
cuidados, llenos de una marea humana que parecía descomponerse en conjunto con
las estructuras de concreto y las calles sucias.
El
gobierno había construido otro conjunto administrativo, más moderno y más
seguro a los pies de la cordillera, lejos de la miseria y del peligro, para no
tener que rodearse de aquella muchedumbre y dar una buena impresión a las
delegaciones comerciales y diplomáticos extranjeros.
Mirando
hacia las ventanas que se extendían por decenas de metros hacia el cielo, podía
adivinar las siluetas nerviosas espiando entre persianas y cortinas. Me
sorprendía que no fueran una amenaza para la pequeña fuerza policial.
Generalmente, las unidades disuasivas no conseguían entrar en los suburbios,
siendo repelidas a tiros cada vez que intentábamos aprehender algún habitante
del sector.
Esa
noche nadie estaba en la calle para incomodarnos. Eso me puso más nervioso y
pude sentir el corazón batiéndome fuerte en el pecho y un tambor en las sienes
junto con mis manos frías y húmedas.
Continué
avanzando con los dientes apretados y una sensación de incómodo nerviosismo,
como cuando comenzaban los tiroteos inesperados cada vez que teníamos que
ingresar en zona de inmigrantes.
Después de algunos pasos casi resbalé y miré al suelo.
Una marea viscosa y de un rojo oscuro avanzaba lentamente desde el fondo del
estacionamiento, ensuciando todo el suelo a mi alrededor. Paré en seco, con un
escalofrío inmenso que me recorría la espalda y me dejaba a punto de vomitar
como el resto de los funcionarios que intentaban trabajar en aquel lugar. Me
recompuse sin mirar atrás al resto de oficiales y detectives, intentando
parecer calmado y en control de la situación y de mi mismo.
Los
restos dispersos por el sector eran vagamente
Daban
esa impresión debido a los trozos de ropas y a algunos huesos como costillas y
grandes pedazos de cráneo diseminados por todo el lugar. Entre los restos de
carne podían verse armas dispersas que claramente no habían sido de ninguna
utilidad.
-
Señor, encontramos varias cedulas de
identidad y fueron escaneadas e enviadas a la central para pedir los exámenes
de DNA para confirmación -Martínez tentaba recuperarse ocupándose en desempeñar
su función de adjunto al titular que era yo mismo, tan descompuesto y asustado
como el resto del personal.
-Guarde
una copia de respaldo para nosotros y no le cuente a nadie- hablaba sin mirarlo para no dar impresión de
tener alguna secreto con él,por un presentimiento de que había algo muy grande
en términos de seguridad nacional y política , que me puso rápidamente a la
defensiva. -Haga también un inventario de las armas y me entrega el respaldo lo
antes posible. Ya hicieron un escáner viral del sector?
Martínez
pareció entrar en transe. Ocuparse en un procedimiento pareció sacarlo de la
impresionante escena a nuestro alrededor.
Desde
los años veinte, la época de las pandemias virales, un proceso estándar en
cualquier escena del crimen era el escáner viral, para prevenir contagios del
personal, evitar la propagación de
plagas y reconocer potenciales riesgos
biológico.
-
El personal forense ya realizo todo el protocolo señor- Martínez ya estaba en
modo automático y dejé de preocuparme por su condición.
Mi
subalterno registraría las cosas mas importantes y después me entregaría una
síntesis en nuestro código particular, porque
casos anteriores me habían enseñado a prevenir cualquier filtración de
aspectos relevantes de una
investigación. Por otra parte, la
información podría ser útil para negociar algunas regalías o vender algunos
datos a la prensa u otros interesados.
Los salarios bajos de la policía y el permanente monitoreo de nuestras acciones
y conversaciones en campo, nos forzaba a procurar otras fuentes de ingreso, no
declarable y nos hacían estar en buenas relaciones con delincuentes,
comunidades de extranjeros u otros grupos más difíciles como traficantes, neo
nazis o ultra religiosos.
Comencé a contemplar el lugar. Parecía una pintura de
Pollock. Hasta en el techo del estacionamiento había sangre y restos humanos,
que goteaban de forma lenta y nauseabunda, con un sonido casi orgánico que no creo conseguir olvidar. Resistí la
náusea y volví a mi auto, arrastrando los pies, intentando limpiar la suela de
mis zapatos, lo que era francamente imposible ya que todo el lugar estaba
cubierto de una alfombra viscosa de sangre y fluidos.
Una
vez en mi auto, guarde los zapatos dentro de una bolsa de plástico que pedí a
uno de los forenses, el
cual
aplicó el protocolo de desinfección fotoeléctrica de costumbre. Después abrí la puerta y permanecí sentado al volante mientras el
control automático reiniciaba la desinfección interna, cerrando mis ojos para
evitar alguna
lesión durante el proceso de alta carga
lumínica , en silencio , como esperando
que alguien me despertara de un mal sueño.
En el momento en que Martínez me entregó el chip de
respaldo, luces de carros comenzaron a
iluminar el sector, aumentando el número de siluetas en las ventanas y paredes
del sector. Sin embargo, nadie de los edificios salió para protestar o
interferir. Entonces me pregunté qué era lo que tenía al barrio, de común tan
violento y decidido, absolutamente horrorizado dentro de sus hogares.
Había llegado un grupo de la policía
internacional de terrorismo biológico. Mi intuición no me había fallado, porque
aunque el proceso de desinfección generalmente realiza el escáner diagnóstico
previo, que había salido negativo, la llegada de la internacional no dejaba
dudas que el problema era algo que iba
mas allá de una guerra de pandillas. Cuatro hombres de uniforme oscuro y
elegante, seguramente oficiales de alto nivel de seguridad continental bajaron
del primer carro. Al frente un sujeto maduro, casi en los sesenta, corpulento y
de pelo cano, parecía dirigir a todos los demás solamente con su presencia.
Pasaron junto a nosotros sin considerarnos y
rápidamente ingresaron en la zona restringida. Del resto de carros, alcancé a
contar cinco, apareció un contingente de soldados de la internacional
que cercaron el lugar y dispensaron a todos los oficiales y detectives,
incluyéndome. Martínez me miró y tocó su bolsillo derecho, confirmándome que
tenia los registros de todo lo que habíamos visto. A veces usábamos antiguos
dispositivos que no eran rastreables por los modernos equipos, porque aparatos anteriores a la década del treinta
no venían con chips de ubicación y rastreo de funciones que comenzaron a ser
usados después de la ley nacional , en muchos países, de uso y registro de datos para vigilancia de corrupción ,
trafico y otros delitos. Era una especie de totalitarismo de información
disfrazada de procedimiento de protección en nuestros tipos de gobiernos
aparentemente democráticos.
Di marcha a mi auto y me perdí en la noche de vuelta a
mi oficina para hacer el reporte de rutina. Lo que hubiese acontecido ya no era
mi problema. Y por suerte, pensé, porque era algo muy grande y muy terrible.
Coloqué
música de jazz del siglo XX intentando no pensar en todo aquel monstruoso espectáculo.
Los
días por venir me mostrarían que ese momento había sido un raro intervalo de
calma en una tormenta llena de traición y sangre.
Jai jai probando
ResponderEliminarJai jai probando
ResponderEliminarTa bacan mi chinitonegro. Ailoviu
EliminarEsta muy buena la historia, quiero leer mas. Muy entretenida
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy weno! cuando más?
EliminarExcelente!!! Aguardando os próximos capítulos!! Parabéns grande amigo Higuera.
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