Apuntes al vuelo a la introducción distópica de Terry Gilliam en Brazil
Por Daniel Rojas Pachas
Brazil de 1985 dirigida por Terry Gilliam nos sitúa en una apócrifa metrópolis retro futurista en algún punto del siglo XX y sintetiza una maquinaria social automatizada que conjuga la burocracia y paranoia Kafkiana con el control y autoritarismo Orwelliano.
La escena
inicial del film previa a la aparición del título “Brazil” formado con
estridentes luces de neón fucsia y turquesa sirve como un prólogo cargado de
gran cantidad de simbolismos y códigos que luego se desarrollarán en
profundidad a lo largo de toda la trama. Lo primero que experimentamos es un
paseo por nubes oníricas que marcarán el tono de la cinta, un transitar
errático por los frágiles límites de la realidad y las conexiones subterráneas que
existen entre fantasías libertarias y quijotescas con una pesadilla gris y
laberíntica, cuyos engañosos caminos en forma de tuberías desembocan en un
enmarañado centro con forma de ojo vigilante. La retina que nos encara desde
una pantalla televisiva, es el logotipo de “Central Services” (Servicio
Central) y resulta ser nuestro contacto inicial con la urbe.
El logo de
Central Services expuesto en el monitor recuerda el iris del ojo y toma la
forma de una enmarañada CS como los anillos de una serpiente, pero también
resulta alusivo a los caminos de un laberinto. El ícono se acompaña de una
tipografía que recuerda la estética del sueño americano de los años cincuenta,
la cual tiene adosadas unas líneas cinéticas que paradójicamente denotan
rapidez dentro de una sociedad estática.
En su totalidad
el logotipo reposa sobre cinco conductos, tubos grises interconectados que
tendrán a lo largo de todo el film una importancia sobrecogedora, pues todos
los mecanismos en los hogares de esta ciudad, funcionan con tuberías
controladas por el sistema central, la refrigeración y los aparatos eléctricos
que automatizan la alimentación.
En los
departamentos de los desposeídos, las tuberías inundan las paredes y techos de
las habitaciones saturando los reducidos espacios, mientras que en el
departamento de los burócratas, como es el caso de nuestro protagonista Sam
Lowry, los tubos se esconden tras paneles con el logo de CS y la leyenda “Do
not obstruct or remove”.
En las oficinas
también vemos esta maraña de tuberías mimetizándose con el gris de las paredes
y las indumentarias de los funcionarios y sus tenidas monocordes. Las oficinas
de gobierno están dotadas de nombres impersonales como Departamento de Registro
y Oficina de Recuperación de Datos. En ellas hombres lúgubres que no se
diferencian en sus cortes de cabello y andar, transitan de un lado a otro sin
mirar atrás. Pese a que todo el clima de vigilancia y represión hace pensar que
la entropía no da tregua, a la primera oportunidad los operadores rehúyen a sus
labores y se sumergen en las pantallas hipnóticas para evadirse de sus trabajos.
Recuerda lo que Kafka señalaba: “Los funcionarios son personas que dominan un
juego para el cual no pueden ser competentes"
Nuestro
protagonista Sam Lowry forma parte de este mundo funcional y mecanizado, que
anida en su interior el caos y la torpeza bajo la burocracia.
La
hiperconectividad de Servicios Centrales también está presente en otros
espacios urbanos, habitaciones blancas y de apariencia clínica están
atravesadas por tubos que generan un contraste disruptor con la higienizada habitación.
Por último, en los hogares de los acaudalados, sobre todo en los espacios en
que vemos desenvolverse a los altos mandos, cirujanos estéticos y mujeres
adineradas preocupadas por su apariencia y obsesionadas con las operaciones de
rejuvenecimiento. Las tuberías de CS se confunden con el barroco de la
ornamentación, las pinturas y los candelabros. Sin embargo, CS no es la única
muestra de hiper conexión y redes que aplastan a los sujetos, los sistemas de
comunicación con los cuales se envían cápsulas con documentos o memorándums
entre oficinas, también dan forma a un entramado de tubos. Los teléfonos son
una maraña de cables que deben interconectarse para operar, por último los
robots sirvientes son un amasijo de metal y cables deambulando, el rostro de
estas máquinas es un cámara que confronta a las personas, considero esto
significativo, si reparamos en el último detalle del logotipo de CS, pues el
ícono en su totalidad, el gran ojo central se impone sobre una imagen del
océano, vemos un horizonte azul en segundo plano, lo que denota como la noción
de maquinaria automatizada es el orbe sobre el cual gira la sociedad y están
determinados los ciudadanos hasta en las situaciones más triviales del día a
día. La naturaleza aparece en el logo en
segundo plano, el azul es aplastado y esto en la cinta nos comunica con la
fantasía, los sueños de libertad de
Lowry, el protagonista que imagina surcar las nubes, volar y salir a espacios
abiertos y limpios fuera de la urbe.
La cinta expone
una sociedad de cemento y rascacielos en la cual resulta casi imposible mirar
el cielo, los espacios de vivienda de las clases medias y bajas son reducidos y
antiguos, los límites de la intimidad los marcan delgadas paredes y los
callejones que conectan las calles están repletos de basura, vagabundos y tanto
la vestimenta como apariencia de niños y adultos recuerdan el periodo de la era
industrial, overoles y tenidas grises y cafés que se confunden con el entorno,
el óxido, la suciedad y los ladrillos, esto contrasta con los espacios de
comercio que están repletos de tiendas, luces de neón y escaparates coloridos y
saturados por la publicidad y el brillo de los productos.
Algo que también
es importante valorar con relación a la escena inicial es una triada que estará
interconectada durante toda la historia: consumismo, sublevación y
adoctrinamiento gubernamental. Tras el logo de “Central Services” aparece una
ridícula publicidad que comparte la estética de los años cincuenta, un hombre
engominado habla de los beneficios de los sistemas de refrigeración y las
bondades de la compañía (Algo que ha explotado el futuro distópico del
videojuego Fallout a la perfección, para construir su imaginario
propagandístico). La enorme vitrina llena de pantallas televisivas parece una
suma de ojos transmitiendo hipnóticos mensajes, estos actúan a la vez como un
espejo del horror ciudadano y su alienación, pues se refleja la silueta de un
hombre que avanza con un carro de supermercado lleno de compras por entre medio
de la decoración navideña y luces de neón, cárteles de tienda que nos adelantan
la realidad del film, el espíritu que
inunda a las clases que se evaden con la adquisición de productos
fútiles. A través del reflejo de las pantallas atestiguamos la explosión de una
bomba, y el estruendo y destrucción que elimina a un hombre que es borrado en
el acto. La pantalla se va a negro y emerge el neón azul y fucsia con el título
del film, una estridente música de suspenso y somos puestos de nuevo en escena,
una televisión entre los escombros, destartalada proyecta una imagen borrosa,
vemos a Mr Eugene Hellpman, el director del departamento de recolección de
datos dando una entrevista a la prensa televisiva. Al referirse a la creciente
ola de atentados con explosivos utiliza eufemismos para imponer un discurso
doctrinal. El político busca atenuar los actos de violencia y de sublevación
que comienzan a emerger en las calles de la ciudad. Los blancos principales son
el comercio y las oficinas de gobierno.
La autoridad nos habla de los llamados terroristas como sujetos que son malos
deportistas que han olvidado las reglas del juego limpio y que proceden con
cobardía atacando a quienes si han sabido participar limpiamente dentro del
sistema. La escena cierra con una frase demoledora que recuerda la lógica de
quienes cantan a los cuatro vientos que los postergados y sin voz, los pobres
del mundo, están en esas condiciones, porque no trabajan lo suficiente y no
quieren salir de su situación de miseria. Hellpman sentencia: “Si estas
personas simplemente jugaran el juego, obtendrían mucho más de la vida”. El
resto amigos, es sólo ficción.
Acá en audio leído gracilmente por su autor


✨🌹✨ la eterna distopia que habitamos, nacer y morir en lucha
ResponderEliminarCon los brazos en alto como willem en pelotón
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